Celebrando Fiestas Patrias en el Extranjero: Salar de Uyuni – Bolivia, Parte Dos.

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Continuando con la historia de nuestro viaje a Salar de Uyuni en 2014 junto a Ruta Aventura 2014.

Segunda Parte:

Hacía el Salar.

De vuelta a Uyuni, la D40 sigue como ahogada, apunada, solo en el descenso logra agarrar velocidad suficiente para ir a buen paso. Al llegar al peaje nos dicen que debemos volver a pagar, aquí se generó un pequeño drama ya que se hizo fila (¡y en medio de la nada!) lo que provocó unos cuantos bocinazos hasta que solucionamos el detalle.

Ya estando en el interior del pueblo, empezamos a intentar ubicar a Sebastián por radio, pero no contestaba, asumimos que no recibía la señal o tenía la radio apagada. Habíamos acordado juntarnos afuera del Hotel Toñito a la vuelta de Pulacayo, pero no encontramos a Sebastián ni el Samuka, por lo que rápidamente nos juntamos como staff a decidir cómo proceder. Finalmente dejamos un mensaje en la recepción del hotel con instrucciones claras para Sebastián: Si el Samuka estaba bueno, los esperaríamos en la entrada al salar de Uyuni, en Colchani. Si el Samuka no funciona, conseguir que le suelden una lanza, para llevarlo con la D22.

Así emprendimos la ruta hacia Colchani, atravesando el laberinto de calles para salir de Uyuni, cuando en un giro a la derecha aparece el Samuka, capot levantado, andando en ralentí. Ahí estaba, al lado de un taller de reparación de radiadores. Teniendo en cuenta que los TLC mueven la economía en el lugar, el taller fue una gran salvación.

El Samuka tenía el radiador tapado, por lo que en unas cuantas horas lo embarillaron, limpiaron, instalaron y probaron; todo esto mientras andábamos en Pulacayo.

Felices por haber encontrado a Sebastián, emprendemos la salida de Uyuni, en dirección a Colchani. No es un adiós al pueblo, si no un hasta pronto.

Así como en Chile los pueblos están fundados cerca de ríos o mar, en esta parte de Bolivia están ligados a los trenes.

En un abrir y cerrar de ojos pasamos por las polvorientas calles de Colchani, unos cuantos niños nos saludan, me sentí como esos europeos en los documentales que andan por África,  nosotros les devolvimos una sonrisa y sacamos las manos para despedirnos.

El camino de Colchani al Salar era atroz, mucha calamina y tierra, por lo que tuvimos que detenernos a bajar aire en los neumáticos, promedio 20PSI.

Juan Rojas y su Cherokee.

Después de 15 a 30 minutos de camino con calaminas, chuscales, polvareda y tránsito alto con camiones, buses y Land Cruisers en ambos sentidos, llegamos a una de las entradas del Salar. Para entrar existen accesos demarcados, debido a que alrededor del salar siempre es húmedo.

Entrada al Salar

Entrando al Salar

Ya con el gran objetivo del viaje enfrente, toca respirar hondo (no mucho eso sí, para evitar el mareo), mirar hacia atrás, tomar unas fotos, entender el simbolismo de estar en un lugar mágico, con buenos amigos, grandes ruteros y la mitad de la travesía por venir.

Ingresando  al salar existe un monolito en conmemoración de unos accidentados y, con el crespúsculo acercándose, enfilamos en dirección al sol (ya eran las 5:30pm del 19 de septiembre) en la inmensidad blanca. En este punto todo parece lejano, inverosímil, solo dos días de viaje y ¡pareciera que hemos pasado por tanto! la ausencia del tiempo medido (horarios, reloj, rutina) en un lugar tan especial, permite fundirnos en esta paz y tranquilidad. Una alegría común nos embriaga.

Luego de andar unos 20 km divisamos a los lejos un tótem o estatua. Al acercarnos vemos que es alusivo al Dakar, que en la edición 2014 pasó, solo en la categoría motos, por Bolivia y su salar. Aprovechamos de tomar fotos con la puesta de sol en el lugar, pero apuramos el paso para poder ver donde armar el campamento antes que oscurezca. Con la ausencia directa del sol, el viento y frío se apoderan del lugar, intentando tumbar nuestra felicidad de estar ahí. Llegamos a una edificación que corresponde a un museo de sal, al parecer también es alojamiento.

José, en el intertanto que el resto del grupo se estaciona y apiña, negocia con el administrador del lugar si podemos dormir al interior del museo, armando nuestras carpas. Aunque no lo crean, el salón es inmenso, tiene bancas, mesas y bar hechos de bloques de sal, las murallas también, por lo que dentro es mucho más abrigado que el exterior, pero nunca dejando de ser frío. Luego de un tira y afloja, acuerdan un precio justo para ambas partes: el horario de salida será 9 am debido a las visitas, así que rápidamente descargamos los vehículos para capear el frio exterior. Armamos carpas, se calienta agua en las cocinillas, afuera se escucha que acomodan latas y sale humo… el asado va en camino.

De Izq. a Der: Camilo, Nicolás, Sebastián, José, Jaime, Andrés, Ricardo, Fotografía: Juan.

Con este asado pudimos celebrar nuestras fiestas patrias en territorio extranjero. Definitivamente un muy buen asado y no porque hubiese buena carne, si no que cuando se comparte la parrilla con gente buena, que comparte tus gustos, hobbies y existe una amistad y camaradería, toda es aún mejor. El staff aprovechó de agradecer a los participantes el haber asistido a nuestra propuesta, permitirnos compartir con ellos nuestro gusto por viajar, conocer, compartir, en definitiva el gusto por el overlanding; de manera desinteresada, con ganas y, sobre todo, la confianza depositada en lo que realizamos.

El staff decidió, dentro de los reglamentos para el viaje, fijar una hora para toque de queda, siendo las 12 am. Algunos nos quedamos 1 horita más, a la espera de terminar de asar un trozo de lomo que, les aseguro, valió la pena comer aguantando el frio que había, al punto que ni siquiera estando al lado de las brasas nos lográbamos calentar las manos.

La mañana del 20 de septiembre empezó temprano, agitada, porque debíamos levantar el campamento lo más rápido posible. Las mujeres hicieron el desayuno y los hombres ordenarían. Huevos, carne, jamón, salame, queso, entre los agregados para el pan más una buena taza de té o café.

El destino este día es isla Incahuasi, isla Pescado, Gruta de las Galaxias y dormir en San Pedro de Quemez.

Isla Incahuasi y el último día en Uyuni.

Tomamos algunas fotos en la plazoleta que hay llena de banderas y luego enfilamos hacia la estatua del Dakar a tomarnos fotografías grupales. Poniendo las cámaras con timers, nos tocó varios piques cortos que fueron entretenidos, llenos de risotadas y burlas. Cuando estábamos enfocando para otras fotos, llegó el primer TLC del día y decide estacionarse ¡al lado de nosotros! Por lo que le solicito al chofer que se mueva, el sujeto se fue dejando a los turistas que eran una familia de chinos.

Por ahí alguien grita: ¡díganle que nos tomen las fotos! así que procedo a preguntarles en inglés si era posible molestarlos y que nos tomaran fotos. Accedieron a la idea, así que les expliqué cómo tomar las fotos y tuvimos una sesión donde tonteamos, reímos y compartimos con la familia china, todos disfrutamos con las fotografías, incluso la hija de la familia se tomó unas fotos con nosotros. Nos despedimos y deseamos buen viaje, fue una excelente experiencia.

Impensable recorrer la casi increíble vastedad del salar, de verdad es enorme. Parados en medio del lugar, se ven distantes las montañas de la Cordillera de la Sierra, Los Andes, el Volcán Tulupa. El salar es tan grande y plano que al alejarse unos kilómetros unos de otros ya no se distinguen. Manejar en dirección a la isla Incahuasi, son alrededor de 30 minutos desde el museo de sal. Llama la atención que el salar sea totalmente plano, no tiene baches, lomas, desniveles, nada. Más plano y parejo que cualquier carretera. El suelo está formado por costras hexagonales casi perfectas.

Estas caracteristicas nos permitieron jugar con las cámaras, tanto las filmadoras como las fotográficas. Un poco más de 1 hora dedicamos a esta nueva jugarreta, donde nos distrajimos un poco de manejar, de itinerarios, nos relajamos y ya.

¿Fuerte no?

Nicolás jugando con su Navara.

Volcán Tulupa.

Caravana a lo lejos.

Eterna Soledad.

La Isla Incahuasi es enorme, preciosa, llena de cactus gigantes. Encontrarán además un restaurant, baños, una ruta de trekking con miradores, un pequeño museo y tienda de souvenirs. Se tiene una visión 360º del salar y sus alrededores. Lástima que la visita fue corta, esta vez el itinerario nos llevaba pillados, además nos urgía revisar la D40, que seguía sin remontar sobre 2400rpm.

Luego nos dirigimos hacia la isla Pescado, donde almorzamos algo liviano, compartimos y revisamos la camioneta. Sebastián andaba con un móvil satelital por lo que llamó a un amigo mecánico que le dijo lo que todos teníamos claro de la D40: falla en filtro de partículas. La solución momentánea fue liberar presión para engañar al sensor, soltando la unión antes del catalítico. Realmente no funcionó, porque no teníamos cómo borrar la falla del check engine.

Revisamos la ruta a seguir y nuestro siguiente escenario: La Gruta de las Galaxias. Este curioso y desconocido lugar fue añadido a la ruta por José Matta mientras creaba la hoja de ruta. Entonces enfilamos hacia el sur este, bordeando la isla del Pescado, a campo traviesa. Siempre me ha gustado comparar a los vehículos overland cruzando en desorden los paisajes, con animales salvajes, algo así como caballos, ciervos, no sé, esos animales que van en manada pero al mismo tiempo independientes y libres.

Cuando íbamos de lo mejor, con la D40 liderando ya que había agarrado vuelo, llegamos a un punto donde abruptamente la sal cambió de blanco a café y eso implica una sola cosa: sal húmeda. Como yo iba de segundo, detrás de la D40, me fijo que empiezan a saltar bolones de sal desde la D40, por lo que rápidamente (como a 60km/h) hago una vuelta en u para salir del lugar. De inmediatoinformo por radio a José que habìa sal blanda, Nicolás vira en U para sacar la D40 del lugar y nos detenemos a revisar el mapa. Al frente había 2 islas muy juntas, por lo que la sal nunca secaba. Pensamos en bordear las islas y seguir en la misma dirección.

Unos kilómetros más allá, la camioneta se siente pesada, las ruedas al chocar con los bolones de salmuera pegan volantazos, yo iba detrás de Nicolás, Andrés iba liderando la caravana, me preocupo y miro a mi copilota diciéndole: “la sal está blanda, mira la navara”. Noto entonces que Nicolás empieza a frenarse, como a enterrarse, así que evadí para no quedarme detrás y frené más adelante, José se detuvo al lado mío y con Juan nos miramos y determinamos volver para evitar enfrentarnos al gran miedo del viaje: enterrarse en el Salar de Uyuni. Así que media vuelta, todos con 4high por precaución  y copiamos el área húmeda, hasta llegar al camino establecido y de ruta. De aquí en adelante el salar era rugoso, todavía parejo, pero rugoso.

Durante unos kilómetros se nos unió un patrol a la caravana, en la salida del salar. Bastante mala la salida, casi un sendero para caminar. Tomamos un camino de calamina y chusca que bordeaba lo que quedaba de salar, lo que significaba que ya la aventura estaba perfilándose hacia el epílogo.

Gruta de las Galaxias.

Continuamos por dicho camino, con muchos desniveles que hicieron estirar las piernas a los vehículos y zamarrear a sus ocupantes, para llegar a la referencia indicada en el GPS que era Aquaquiza. Doblando a la derecha en la bifurcación entramos en un camino pésimo, con mucha calamina y piedras. Divisamos un patrol estacionado frente un cerro rocoso y nos damos cuenta que estamos en la entrada a la Gruta de las Galaxias. Cabe mencionar que el patrol era el mismo que se nos unió al salir del salar, pero tomó otra ruta que le significó evitar el mal camino y ahorrar tiempo.

Al llegar a lugar, que es un “emprendimiento Turístico”, don Nemesio(descubridor del lugar) cuenta que en 2003, cuando la gran sequía tenia a los agricultores sin poder obtener quínoa, se vieron  obligados a buscar nuevas opciones de trabajo, por lo que él se dedicó a buscar momias precolombinas lo que lo condujo a este místico lugar.

Es difícil de describir, pero al momento de cruzar la puerta de acceso, lo único que se escuchaba era el “guau!”, todos boquiabiertos, ojos grandes e impresionados, sin aliento, cautelosos. Fue como si al entrar en el lugar, las palabras hubiesen quedado al otro lado del umbral, cuesta encontrar frases para poder describirlo.

Finalmente, emprendimos el último trayecto para descansar esa noche, en dirección a San pedro de Quemez. Uno de los peores caminos que se transitó, con calaminas del porte de lomos de toro, caminos cortados por el paso de agua, obligándonos en gran parte del trayecto a tomar un camino alternativo a través de las siembras de quínoa, chusca, barro, salares y más chusca. En San Pedro llegamos a un alojamiento que la verdad yo no vi, pero quienes entraron realmente salieron con arcadas, imposible quedarse porque ni un baño de ácido clorhídrico podría solucionar la insalubridad del lugar… pero nos dijeron que arriba había un hotel, que no sabían ni precios ni disponibilidad. Fuimos hacia arriba, literalmente, llegando a un hotel 3 o 4 estrellas, lleno de TLC y por tanto de turistas. Nos fue mal, no había disponibilidad. Gracias a uno de los trabajadores del hotel, obtuvimos el dato que en San Juan había alojamiento (un poco más al suroeste), José les pidió si podían confirmar la disponibilidad por teléfono, a lo que el encargado, con cara de “¿en serio?”, le dijo:” no tenemos teléfono o manera de comunicarnos, tendrán que ir a ver personalmente”.

Hotel en San Pedro de Quemez

Una vez más, nos subimos a los vehículos a mirar el GPS y partir para la nueva locación. Condujimos por un camino en excelentes condiciones, pero con una capa de chusca como de 3cms, lo que nos obligaba a ir distanciados aproximadamente 1 km entre autos.

Ya siendo de noche, preguntando por allá y por acá, José dio con el lugar y, para nuestra suerte, tenían capacidad. Alojamos en un hotel de sal, donde los catres eran bloques de sal, paredes de sal, piso lleno de sal, mesas de sal, todo -a excepción de los baños y duchas- ¡era de sal!

Hotel en San Juan, última Noche.

A pesar de la hora, nos prepararon milanesa con papas fritas y algo de ensalada, bebidas y pan. Pudimos ducharnos luego de semejante polvareda que pasamos, no existía rendija alguna en nuestros vehículos ni parte en nuestro cuerpo que no tuviera chusca.

El hotel estaba con turistas, agradable ambiente, sin enchufes, solo interruptores de luz. Los baños, tanto duchas como toilettes, eran mixtos, había agua caliente y colchones para dormir. Cenamos juntos, luego nos servimos unos tragos y compartimos hasta el toque de queda. El hotel cortaba la energía a las 11pm.

Esa noche fue fría, con mi pareja dormimos con los sacos de dormir dentro de la cama, con frazadas y todo lo que tenía la cama encima y aun así sentimos frío, luego María José traería desde el jimny de Braulio una botella congelada, todos quedamos impresionados.

Debido al frío, mi D22 no quería partir, probamos sacar el filtro de aire pero nada, así que, con capot abierto al sol mientras ordenábamos todos en la caravana, calentó lo suficiente para partir.

También a primera hora, Sebastián mientras se disponía a cargar el Samuka, notó que la lona-techo del todoterreno estaba rajada, justo por la zona de carga. Rápidamente empezó a revisar si faltaba algo pero sólo fue el susto, un acto vandálico de algún ocioso.

Finalmente, a eso de las 10am, luego de cargar combustible, ordenar y chequear la ruta hacia la aduana, partimos lo que sería el término de esta aventura, de regreso a Chile, a nuestros hogares, la rutina, donde una vez más nos tocaría soñar con estar de Ruta Aventura.

 

AGRADECIMIENTOS

Queremos agradecer a cada uno de los participantes del esta gran experiencia RA2014: Nicolás y Katy que vinieron desde Viña del Mar, se la jugaron a pesar de los problemas y siempre sonrieron;

Andrés y Jaime ¡qué par de hermanos! Viajando desde Santiago, conociendo algo del norte de Chile en el camino a Calama;

Braulio qué gran aporte, siempre ayudando y atento al resto; Sebastián y Ricardo ¡uf! Qué más aperrados que viajar desde Copiapó en un Samuka estándar (pero con AC);

Cote y Priscila: a pesar de todo, le pusieron el hombro, ya van agarrando el ritmo;

José, Juan y Camilo ¡Uds. sí que saben! Cuando se mezclan la amistad, el compromiso y la pasión por lo mismo, se alcanzan grandes satisfacciones y objetivos, mantengan el buen trabajo.

 

Para Finalizar este artículo, luego de tantos años de esta aventura, es agradecer enormemente a todos quienes fueron, en especial a José Matta y Juan Rojas. Aguantaron harto y logramos crear una de las mejores experiencias de viajar en grupo a lo largo de estos años.

Les invito a comentar los artículos, comunicarse para compartir contenido. También hay unos botones para compartir estos artículos y que el mundo entero se entere que nosotros en Chile hacemos bien las cosas, responsables con el medio ambiente y las culturas… recuerden

SALGAN Y EXPLOREN!!

 

 

 

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About Author

Fundador de Chileoverland, Ingeniero de profesión, pero un aventurero de corazón. Manejar y viajar recorriendo Chile y el mundo es uno de sus objetivos en su vida.

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